Capítulo 13
LA TREGUA
LA TREGUA
- Saya… qué tonta, ¿quién dijo qué quería matarte?
No
tenía la menor duda, era Anastasia Romanov, la verdadera, no la que suplantó
Diva hace ya tantos años. Después de lo ocurrido aquella vez, caí dormida por
algún tiempo y perdimos el rastro de Gregory y Anastasia; a él, logramos encontrarlo en la cabaña, mas Diva
logró escapar, y al parecer, tal como Hagi y yo suponíamos, la verdadera
Anastasia estaba viva, y era una especie de caballero.
- Qué más querría un quiróptero con la sangre de Diva – no era una pregunta, me encontraba desnuda y totalmente vulnerable, desprotegida y sola - ¿por qué sigo viva?
- Porque muerta no me sirves – contestó y me dio la espalda – llévensela y que se ponga algo decente y… bonito, luego hablaremos.
- No tengo intención de seguir aquí – busqué algún artefacto que pudiese usar como arma, recogí una esquirla de vidrio, la sangre comenzó a brotar entre mis dedos y apunté hacia la mujer que tenía en frente.
- Saya… – suspiró y volvió su vista hacia mí – eso es inútil – su sonrisa y frase me desconcertaron, pero no solté el vidrio sino que lo sujeté con mayor fuerza – oh… ya veo, entonces ¿no quieres encontrar a Hagi?
Su
pregunta me derrotó en un instante, sentí como el fuego iracundo en mis ojos se
apagaba y escuché el suave choque de un vidrio contra el suelo, otra vez estaba
desarmada e indefensa.
Dos hombres uniformados me arrastraron hacia una habitación, unas mucamas esperaban por mí; después de sumergirme en una lujosa bañera, cepillaron mi cabello, me enrollaron en una bata de baño y montaron una mesa de la habitación con lujosa vajilla y cena servida, al costado de los cubiertos había una tarjeta que decía “provecho”. Las mujeres salieron del cuarto, mi mente permanecía en shock pero mi estómago crujía de hambre y se concentraba en la comida que tenía al frente; a regañadientes empecé a revolver los platos y terminé por comer todo después de poco tiempo. Cuando terminé, tiré mi cuerpo en la cama, mis ojos se sentían húmedos pero las lágrimas eran incapaces de salir, era otra vez en mi vida en la que estaba confundida y perdida, otra de las tantas veces en las que había sentido lo mismo. Tomé la falda y la chaqueta dispuestas al costado de la cama y decidí ir a confrontar a Anastasia.
Dos hombres uniformados me arrastraron hacia una habitación, unas mucamas esperaban por mí; después de sumergirme en una lujosa bañera, cepillaron mi cabello, me enrollaron en una bata de baño y montaron una mesa de la habitación con lujosa vajilla y cena servida, al costado de los cubiertos había una tarjeta que decía “provecho”. Las mujeres salieron del cuarto, mi mente permanecía en shock pero mi estómago crujía de hambre y se concentraba en la comida que tenía al frente; a regañadientes empecé a revolver los platos y terminé por comer todo después de poco tiempo. Cuando terminé, tiré mi cuerpo en la cama, mis ojos se sentían húmedos pero las lágrimas eran incapaces de salir, era otra vez en mi vida en la que estaba confundida y perdida, otra de las tantas veces en las que había sentido lo mismo. Tomé la falda y la chaqueta dispuestas al costado de la cama y decidí ir a confrontar a Anastasia.
Afuera
de la puerta, los uniformados me esperaban; sin decir palabra uno se puso al
frente y comenzó a avanzar, el segundo, al parecer, no se movería a menos que
yo lo hiciera, y así fue. Caminé por el pasillo guiada por uno de los hombres y
escoltada por el otro. Cuando llegamos a la terraza, Anastasia disfrutaba una
taza de té mientras veía las estrellas desde el balcón, me ofreció una silla,
al ser una orden más que una cordial propuesta, quedé sin opciones y tomé
asiento.
-
¿Té?
- Estoy satisfecha gracias – le respondí con indiferencia - ¿dónde está Hagi?
- No lo sé – bebió su té con suma delicadeza – yo también quiero encontrarlo, es mi prioridad al igual que la tuya supongo.
- Supuse qué…
- Sueles suponer demasiado, relájate, debería ser normal para ti estar entre quirópteros, que mi presencia no te incomode.
- No tengo intención de pelear otra guerra, Anastasia – la desesperación invadía mi mente – pero lo haré si no tengo otra opción…
- ¡Qué tontería! – carcajeo un largo rato con vehemencia – no creas que soy como Amshell – dijo cuándo volvió en sí – Rasputín me crío para algo mejor que eso. Cuándo Diva lo convirtió en caballero, pensé que había perdido su devoción. La noche en la que ella llegó al palacio guiada por Gregory, me cortó la garganta y me dejó tirada en la nieve, tomó mi imagen y ambos se perdieron en la oscuridad. Pero desperté y fue gracias a la sangre de Diva y las ambiciones de Rasputín. Desaparecí y abandoné al zar y el resto de mi familia, fui a una finca de la familia de Gregory y me mantuvo como una zarina, con lujos, comida y sangre; todo eso a cambio de permanecer encerrada, muerta para los demás y ayudarle en su investigación, totalmente diferente a la del tal Amshell Goldsmith.
- Te convirtieron en una copia “cara” de Diva, otra Saya – respondí sin la menor pena – ¿eso te hace sentir orgullosa?
- Soy una reina, Saya – sonrió levemente – Diva y tú no eran más que monstruos, tú sigues aquí y tu hermana es polvo.
- ¿Volverás a cubrir un mundo con quirópteros y caballeros? ¡qué es lo que pretendes! – le encaré con fuerza.
- No prestas atención – suspiró – yo no soy Amshell. De qué me serviría repoblar el mundo con esas horribles cosas… los uso como peones, y creo pocos. Acerca de los caballeros, mmm… no lo creo, no me hace la menor gracia tener más gente que se crea especial en este mundo.
- Tu tiempo terminó Anastasia – había adivinado lo que quería – no lograrás recuperar un reino que murió hace eones, tu sangre no es pura y no lograrás la lealtad que Diva consiguió con sus caballeros. Tu sola nunca conseguirás lo que planeaste junto a Gregory.
- Ni con Gregory ni sola – se sentó a la mesa justo frente a mí – necesito que encuentres a Hagi, es para lo único que me sirves.
- ¡Qué! – respondí con asombro.
- Cuando ustedes llegaron a Rusia en busca de Diva, se infiltraron en la orquesta y Hagi fue supuestamente secuestrado… – claro que recordaba aquello, Gregory secuestró a Hagi pero qué quería decir con “supuestamente” – tú querido caballero lo fingió todo, ¡TODO! – se exaltó y volvió a ponerse de pie – se dejó capturar para distraernos a Rasputín y a mí, ¡para encubrir su robo!
- ¿Robo? – pregunté con incredulidad.
- Necesito que Hagi te diga dónde escondió eso, no necesito nada más – sin atisbos de duda le contesté que algo como eso jamás pasaría.
- Saya… saya… - meneó la cabeza y volvió a carcajear – tienes poco que negociar, ¿sabes?; no sería muy difícil ir a Okinawa y deshacerme de Kai en un parpadeo, asesinar a tus sobrinas mientras duermen…
- No te atrevas a amenazarme – me levanté lo más rápido que pude, sin embargo ella también fue ágil y logró colocarse a mis espaldas ajustándome la garganta con su brazo.
- No tengo intención de matar a tu hermano ni a tus sobrinas, es más, cuando tenga mi imperio erigido, quizás les ofrezca unirse a mí; sus sangres son incapaces de matarme y jamás se enterarían que su valiente tía Saya mató a su madre.
- ¡Anastasia! - me liberé de su agarre y la tumbé en el piso, esta vez mis manos eran las que enroscaban su cuello – quizás sus sangres no puedan matarte, pero olvidas que la mía sí – su expresión se tornó nublada y aterrorizada, luego volvió a carcajear con la locura anterior – ¿de qué te ríes?
- Crees que te encerré para nada – aprovechó mi inseguridad para enviarme lejos y reincorporarse – la devoción de Gregory por Diva lo llevó a crear muchas cosas, y entre ellas, una droga que inutilizara los efectos de tu sangre frente a los de tu hermana – voló hacia mí y tomó un tenedor de la mesa, con fuerza pinchó el utensilio contra su muñeca e hizo lo mismo con mi brazo, emití un sonoro grito y ella chorreó mi sangre sobre su herida – ves Saya, ves como tu sangre es inútil – era imposible, nuestras sangres se mezclaban sin ningún efecto y por alguna razón eso me aterraba.
- Estoy satisfecha gracias – le respondí con indiferencia - ¿dónde está Hagi?
- No lo sé – bebió su té con suma delicadeza – yo también quiero encontrarlo, es mi prioridad al igual que la tuya supongo.
- Supuse qué…
- Sueles suponer demasiado, relájate, debería ser normal para ti estar entre quirópteros, que mi presencia no te incomode.
- No tengo intención de pelear otra guerra, Anastasia – la desesperación invadía mi mente – pero lo haré si no tengo otra opción…
- ¡Qué tontería! – carcajeo un largo rato con vehemencia – no creas que soy como Amshell – dijo cuándo volvió en sí – Rasputín me crío para algo mejor que eso. Cuándo Diva lo convirtió en caballero, pensé que había perdido su devoción. La noche en la que ella llegó al palacio guiada por Gregory, me cortó la garganta y me dejó tirada en la nieve, tomó mi imagen y ambos se perdieron en la oscuridad. Pero desperté y fue gracias a la sangre de Diva y las ambiciones de Rasputín. Desaparecí y abandoné al zar y el resto de mi familia, fui a una finca de la familia de Gregory y me mantuvo como una zarina, con lujos, comida y sangre; todo eso a cambio de permanecer encerrada, muerta para los demás y ayudarle en su investigación, totalmente diferente a la del tal Amshell Goldsmith.
- Te convirtieron en una copia “cara” de Diva, otra Saya – respondí sin la menor pena – ¿eso te hace sentir orgullosa?
- Soy una reina, Saya – sonrió levemente – Diva y tú no eran más que monstruos, tú sigues aquí y tu hermana es polvo.
- ¿Volverás a cubrir un mundo con quirópteros y caballeros? ¡qué es lo que pretendes! – le encaré con fuerza.
- No prestas atención – suspiró – yo no soy Amshell. De qué me serviría repoblar el mundo con esas horribles cosas… los uso como peones, y creo pocos. Acerca de los caballeros, mmm… no lo creo, no me hace la menor gracia tener más gente que se crea especial en este mundo.
- Tu tiempo terminó Anastasia – había adivinado lo que quería – no lograrás recuperar un reino que murió hace eones, tu sangre no es pura y no lograrás la lealtad que Diva consiguió con sus caballeros. Tu sola nunca conseguirás lo que planeaste junto a Gregory.
- Ni con Gregory ni sola – se sentó a la mesa justo frente a mí – necesito que encuentres a Hagi, es para lo único que me sirves.
- ¡Qué! – respondí con asombro.
- Cuando ustedes llegaron a Rusia en busca de Diva, se infiltraron en la orquesta y Hagi fue supuestamente secuestrado… – claro que recordaba aquello, Gregory secuestró a Hagi pero qué quería decir con “supuestamente” – tú querido caballero lo fingió todo, ¡TODO! – se exaltó y volvió a ponerse de pie – se dejó capturar para distraernos a Rasputín y a mí, ¡para encubrir su robo!
- ¿Robo? – pregunté con incredulidad.
- Necesito que Hagi te diga dónde escondió eso, no necesito nada más – sin atisbos de duda le contesté que algo como eso jamás pasaría.
- Saya… saya… - meneó la cabeza y volvió a carcajear – tienes poco que negociar, ¿sabes?; no sería muy difícil ir a Okinawa y deshacerme de Kai en un parpadeo, asesinar a tus sobrinas mientras duermen…
- No te atrevas a amenazarme – me levanté lo más rápido que pude, sin embargo ella también fue ágil y logró colocarse a mis espaldas ajustándome la garganta con su brazo.
- No tengo intención de matar a tu hermano ni a tus sobrinas, es más, cuando tenga mi imperio erigido, quizás les ofrezca unirse a mí; sus sangres son incapaces de matarme y jamás se enterarían que su valiente tía Saya mató a su madre.
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Desvié mi mirada por un segundo, pero algo en el suelo llamó mi atención,
pequeños cristales formándose en el mármol – sí Saya, tu sangre no me mata,
pero la mía te convertirá en frío cristal en menos de un respiro.
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