"Sé acerca de esas noches, en las qué, sin ninguna razón, no puedes dormir... cuando estás completamente solo, con nada más que tu cigarrillo encendido"

Ewon Jung - Totally Captivated

The God of Words I - Capítulo 02





Capítulo 02
EL DÍA EN EL QUE NOS CONOCIMOS
PRÓLOGO I


Siempre los muchachos de dieciséis años piensan que sus insignificantes problemas le afectan al planeta de una manera fatal, tal vez éstos puedan ocasionar el fin del mundo; así me di cuenta que lo que menos quería era tener que convivir con tipos tan banales y superficiales, por no decir inútiles, pero a veces dicen que mientras menos deseas algo esto se te concede, eso me pasó a mí: “nunca digas nunca”.


Cuando pose mis ojos en ellos aún no estaban todos juntos, la mayoría incluso ni se conocía, nueve personas en total, el número exacto de adolescentes banales, superficiales e inútiles.
Una chiquilla delgada, que acababa de cumplir diecisiete años, se encontraba en la peor de las depresiones existenciales que podía sufrir en su corto lapso de vida; la razón era que su situación amorosa era más que peor. Hacía algunos meses tuvo un idilio con un chico no muy agraciado, a mi parecer y en contraste con ella, que se obsesionó a tal punto de convertirse en un acosador. Tuvo que soportar muchas fatalidades para poder librarse de la alimaña y para que apareciera en su vida una aun peor.
Era el último año de secundaria que cursaría y por esta razón quiso jugar como seleccionada de football para representar a su aula. El evento de aniversario del colegio era toda una fiesta; se vendía comida y bebida, había diversión y la visita de ex alumnos de la institución, entre ellos la alimaña número 2.

El hombre era alto y algo más “simpático” que el anterior; le llevaba dos años de edad a la niñata, que no demoró mucho en enamorarse de él. Su relación iba por los dos meses, tiempo en el que el amor entre dos parece interminable, pero este acabó y de la peor manera. Una noche ella fue a visitarlo a su apartamento; la puerta estaba abierta y se dirigió sin vaguedades a la habitación principal, donde el dueño estaba en la cama, pero no solo.
Cuando le llegó el tiempo de escoger una universidad a la que ir, escogió una que estaba a más de mil kilómetros de su casa, eligió una ciudad extraña llamada Somal donde una pariente cercana podía acogerla; pensó que era mejor dejar el pasado atrás y comenzar de cero a pesar de que extrañaría a su familia y amigos; nunca se hubiera podido imaginar que a su regreso extrañaría aún más a la ajena localidad.

Los problemas amorosos realmente son hirientes. Eso fue lo que aprendí entonces, los sentimientos en realidad son perturbadores en algunos púberes pero en otros parece no significar nada.
Dos amigos de colegio acostumbraban hacer todo juntos (especialmente ir a las fiestas), se divertían siempre que podían y de la mejor manera; un hombre y una mujer que decidieron ir a estudiar la misma profesión, en la misma universidad, y en las mismas clases; una pareja de amigos inseparables, tal vez cada uno tenía problemas con sus parejas pero eso no era traba para seguir siendo tan buenos amigos. Percibí el mismo tipo relación especial en dos pares más.

Psicología era una carrera recientemente inaugurada, la mayoría de postulantes la consideraban aburrida pero fácil por lo que rápidamente se llenó de alumnos. Para un estudiante que está a punto de culminar media es de vital interés decidir qué hará en el futuro y qué estudiará para formarse uno bueno; el caso de este singular muchacho era sin duda especial.
Él se consideraba un espécimen de lo más normal y por ello en el fondo de su corazón deseaba ser tratado de manera “normal”, especialmente ser llamado por su nombre real y no por un seudónimo. Desde los últimos años en su primaria, le empezaron a llamar por un apodo que hacía alusión a un personaje sumamente famoso; al principio no le molestó y lo dejó pasar mas algunos años después se dio cuenta que todos lo conocían por su alias y ya casi nadie recordaba su nombre.

Su aspecto intelectual no entonaba con su carácter de oro verde y mucho menos con sus calificaciones muy por debajo del promedio. A pesar de todos sus problemas personales (y gracias a estos), su meta era convertirse en psicólogo y entender la mente humana así como sus acciones para poder comprender mejor a las personas y poder tratarlas de buena forma.
Estudió casi sin descansar por dos semanas para poder rendir de manera óptima el examen que tomarían en su secundaria. La decepción fue bastante grande cuando vio sus resultados.

El llanto incontenible de sus compañeros de aula no le interesaba, si bien él no era el único exento de lágrimas, si era el único que no abrazó a nadie. Once años en la misma escuela con las mismas personas y compartiendo las mismas experiencias parecía no haber significado nada para él; no comió ningún postre, no bebió el cóctel del brindis y no se despidió de nadie al salir, no vio a nadie y nadie lo vio.

Un mes se compone de 720 horas; el muchacho estudió 450 de ellas, tuvo tan sólo 120 horas de sueño, 90 para consumir alimentos y las 60 horas restantes las tomó para realizar sus necesidades y tener algo de tiempo libre. Me dio satisfacción conocer el resultado del examen de admisión, no sólo había logrado ocupar una vacante sino que obtuvo el cuarto lugar de todos los postulantes; por un momento al notar su expresión creí que se sentía decepcionado pero erré, lo que el padecía ahora era una arrogancia crónica.

A las pocas semanas estaba siendo rodeado y hostigado por un grupillo de cachimbos, pensé que él estaría feliz por ello pero su insignificante problema lo perseguía; nadie recordaba muy bien su nombre, todos lo llamaban por el común apodo, todos excepto uno. Un superior de la misma facultad, con un cerebro y estatura bastante grandes parecía ser la única persona que llamaba por su nombre al chico, entonces el perseguido decidió pasar a ser el persecutor; el gigantón después de eso no podría librarse del nada famoso Hugo.
El grandote en cuestión era afable, hablador y de muy buen carácter, sus compañeros lo respetaban por su porte y apariencia de delincuente, imagen que contrastaba con su verdadera naturaleza.


Desde que cumplió doce años se involucraba en peleas, llegaba a casa por la noche lleno de moretones y magulladuras provocadas por los brabucones de su barrio. Con el tiempo y gracias a sus clases de boxeo logró infundir miedo en aquellos delincuentes que abusaban de él y los sometió bajo su mando.
El mismo año que armó su pandilla, se enamoró de una adolescente de catorce años, Aohara Woods. Ella iba a un colegio diferente pero asistía a todas las fiestas que se organizaban en la ciudad por lo que coincidían con frecuencia. No demoraron en hacerse buenos amigos, él a menudo la invitaba a citas y le hacía sendos presentes, un año persistiendo y aun así ella no lo aceptaba como novio.

Un día cualquiera en un callejón de los suburbios, una acalorada rencilla se llevaba a cabo entre el ocasional chico y otra banda; llovía a cántaros y el agua se deslizaba por la piel de los combatientes, entre golpes dados y recibidos, un grito desconocido detuvo su puño.

- ¡DETENTE!
- Ah… ¡Aohara! ¿qué haces aquí?
- Yohan, cuando dejes de pelear y hacerte daño, podrás estar conmigo.
- ¿Eh?

De inmediato, un golpe le cayó de sorpresa en el labio y otro en la quijada.

A la semana siguiente, un domingo por la mañana, compró un pequeño ramo de flores compuesto por tres rosas y montón de lluvias blancas; llegó a la gran residencia de su musa con la cara parchada por rosadas banditas, tocó el timbre, ella fue quien le abrió la puerta, pero algo malo pasaba y eso se reflejaba en el incontrolable llanto de la chica.

- ¿Aohara? Qué te sucede.
- Mmm… ¿esas flores son para mí?
- Claro, claro que son para ti. Ten.
- Uh, gracias… yo…yo… lo siento, lo siento demasiado. Hace cuatro días me di cuenta… ya no puedo hacer nada…
- Eh, no entiendo pero Aohara todo tiene solución, yo te ayudaré y…
- Estoy embarazada, tengo dos meses de embarazo… lo siento, lo siento, lo siento… ni siquiera quiero a su papá y ahora tendré que tenerlo sola…
- A… A… Aohara, yo… podría ser…
- ¡No!, antes de que te ofrezcas a… asumir cualquier responsabilidad… ¡Vete, vete!
- Pero yo podría ser el padre, juro que haré todo lo que…
- ¡BASTA!, Yohan vete yo no… no… no te quiero como tú a mí. Adiós.

El chico volvió con la cabeza gacha hasta que tirado en la banca de un parque, elevó la mirada al cielo y sonrío abatido mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.

- Soy patético.


(…)

1 comentario:

  1. muy bien narrado este capítulo, sobre todo la parte en que describe el gran esfuerzo que hizo, la reacción al no verse recompensado, y lo que pasa a veces cuando se es recompensado.

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