The God of Words I - Capítulo 03



Capítulo 03
EL DÍA EN EL QUE NOS CONOCIMOS
PRÓLOGO II

La pequeña contaba con cinco años de edad, su padre no quiso vestirla de negro para no opacar su albo y cándido rostro, por ello le colocó un vestido blanco con varios encajes de flores; puso con suma delicadeza un zapato de igual color con un lazo en el frente en el pequeño pie izquierdo y él siguiente en el derecho, y finalmente adornó su recortado y anaranjado cabello con una diadema forrada con blondas y botones de rosas blancas.

Su traje era lo único que iluminaba el oscuro paisaje, el sol calentaba los cuerpos de aquellos uniformados de negro cuyos ojos desbordaban en lloros al ver la partida de una esposa y madre ejemplar que sólo consiguió vivir treinta años.
El señor Ulpiano se dedicaba a la industria pesquera por lo que gozaba de un estatus social respetable. Él contrajo matrimonio a los veintisiete años con una dama un año mayor que él, ambos se conocieron gracias a una inusual confusión de equipajes en el aeropuerto; se enamoraron, se casaron y posteriormente tuvieron una hija. Todos los domingos, sin excepción, él era el encargado de preparar el desayuno. Fue así que un domingo de pascua, el señor Ulpiano y su hija preparaban tostadas y freían pescado al tiempo que entonaban una cancioncilla al unísono; la señora Ulpiano la coreaba también desde la ducha, estaba tan concentrada en no perder el ritmo que no abrió los ojos para tomar el frasco de jabón, no pudo cogerlo a la primera y al hacer un segundo intento, su pie resbaló y su cabeza se estrelló contra la mayólica de la ducha; no hubo sangre, ni una gota.

La casa era pequeña para tres personas no obstante demasiado grande sólo para dos, la niña le pidió a su papá que no le contratará ninguna nodriza para acompañarla mientras él no estaba, el padre accedió tal vez más por su cansancio y depresión que por complacer a su única hija.


Todas las tardes dormía, dormía y dormía; fue lo único que hizo por seis meses, no jugaba, no reía, no lloraba, sólo dormía. Llovía aquella tarde, en aquel momento la perezosa nena salió al jardín a admirar las plomas nubes y las gotas que caían y bang…


- Bang, bang, bang… ¡Arriba las manos!

- Ah… eh… ¿por qué?
- Estás arrestada en nombre de la justicia, ¡Arriba las manos!
- P…pe…pero ¿qué hice?
- Ah… uhmm… tu miraste a… es un juego, se supone que no tienes que preguntar tanto.
- Pues yo no juego.
Huraña, se metió de vuelta a su encierro.

La pequeña era risueña y juguetona, vivía con los dos padres y era excesivamente mimada por ellos, pero al igual que su vecina no tenía hermanos. Era un año menor que la otra pero habían nacido en el mismo mes, sus cabellos eran casi de similar tono: una pelirroja y la segunda peli naranja, además el hecho de ser ambas mujeres hacía que su compatibilidad sea casi perfecta.

A pesar de la molestia que le causaba a la niña “A” la presencia de la niña “B”, la soportó por bastante tiempo y sin darse cuenta la convirtió en una persona especial, un ser al que podía llamar amigo de manera sincera por primera vez; así “A” notó que dependía de “B” y decidió que invertiría la situación de allí en adelante, después de todo la protagonista es “A” y no “B”.

(…)

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