EL MENSAJE
PARTE I
Rayén acababa de almorzar cuando escuchó el sonido de Psicosis provenir de su móvil.
- Aló!
- Rayén cómo estás… ¿quieres acompañarme a las cuatro a ver lo de mi cambio de vi-vi-en-da?
- Mmm… que más me queda, me alistaré y pasaré por tu casa…
- … No, mejor encontrémonos en Plaza Central, te espero Rayén… Adiooooos, ¡te bañas!
- …
Eran tres y cincuenta y nueve según el reloj de su celular pero cinco minutos más en el de Mariel. Mariel era amiga de la infancia de Rayén pero un grado menor que ella, por lo que estaba preparándose para ir a una universidad fuera de la ciudad a estudiar finanzas, o al menos lo que le interesaba era dejar de vivir con sus padres.
Ambas caminaron cerca de diez minutos hasta que Mariel hizo que ingresaran a un callejón y subieran unas viejas escaleras de madera de cedro que rechinaban al pisar cada grada de ésta; en seguida abrió la puerta una señora gorda de no más de metro cuarenta de estatura, por no decir que ni siquiera llegaba a esta medida, aproximadamente de unos cincuenta años. La mujer las hizo pasar a una terraza donde había un cordel con prendas que goteaban por estar recién lavadas además un estante de plástico, bastante viejo y sucio, con varios DVD de series extranjeras.
La conversación entre la menor y la casera empezó a fluir amenamente, así que Rayén apoyó su hombro sobre la pared adyacente a la repisa y empezó a escuchar el diálogo. A medida que la plática avanzaba, Mariel hacía saber más claros sus intereses y Rayén se inmiscuía para criticar a su amiga, quién dio a entender por fin que lo único que quería era independizarse de sus padres.
- Jajaja, no seas infantil, dices querer independizarte de tus “progenitores” pero ellos te pagarán todo: el apartamento, la carrera,…
- ¡Ey! Qué te pasa, hoy estás realmente antipática – Mariel cruzó los brazos y volteó su cabeza ligeramente.
- Está bien, haz lo que quieras… ya no volveré a abrir mi bocota.
Y como si nunca hubieran discutido, Mariel continuó hablando con la señora mientras que Rayén ojeaba las series pirata. Rayén a sus diecisiete años había visto más de doscientas series con sus temporadas completas, por lo que observaba con desdén las carátulas de las cajas. Entonces, entre ellas encontró una ploma con el título de Gandum GX, una serie que nunca había logrado conseguir.
- ¡Ésta quiero!, casera dame ésta.
- Eh…, déjame ver. Mmm… que mal los discos no coinciden con el título que quieres, los buscaré después si te interesan.
- ¡¿Ah?! Hazlo ahora, luego lo olvidarás.
- … está bien, si insistes, ¿Cómo dices que se llama? (…)
La rolliza mujer se subió a un banquillo, y comenzando a recordar dónde podrían estar los discos empezó a buscar entre las cajas. Mariel estaba desconcertada por el gran acto de “ignorarla” que entrambas hicieron con ella y al ver que no le darían mayor interés si decía algo, fue a husmear en los asuntos de las otras. La doméstica miró dentro de una de las películas y asintió, dando a entender que había encontrado la serie. Al bajarse del banco, puso en las manos de Rayén una caja con carátula verde y en su portada la figura de una niña de pelo rosa sonriendo debajo del título “THE GOD OF WORDS”.
- ¿The god of words?, ¿esta serie es nueva?
- No lo creo, como verás el empaque está viejo la he tenido sin vender un buen tiempo… al parecer a nadie le interesa verla.
- Mmm… no tiene descripción, ¿de qué género es? ¿la has visto?
- No.
- Turuturuturu
- Aló! (…) ¿eh, mi laptop?... está bien ya voy, adiós. Señora llevaré Gandum GX y ésta. Mariel podrías ir a la universidad a las siete para que me cuentes como arreglaste todo esto, me tengo que ir a casa y sacar mi laptop para hacer un trabajo, estaré en la biblioteca, nos vemos. Adiós.
Rayén odiaba tener que llevar su máquina hasta la universidad porque le pesaba mucho cargarla a su espalda y tener que recorrer a pie casi dos kilómetros de distancia entre su casa y la biblioteca de la U. Desanimada y un poco molesta, tiró los DVD sobre su almohada y metió a su mochila la laptop, un lapicero azul, un lápiz, una linterna con carga eterna y un pack de costura indispensable (como ella les decía y que nunca abandonaba), un cuaderno con el mínimo de hojas en blanco, un delineador de ojos negro, un lápiz labial rojo, un frasquillo de colonia de chocolate, crema humectante para manos, dos caramelos, su vejete mp3 y audífonos, su celular, sus llaves, veinte reales y salió de casa. Sus amigos y ella se reunirían a las cinco, eran las seis y seis en su celular, lo que significaba que estaba una hora y once minutos tarde; hurgó en sus bolsillos y encontró tres reales con cincuenta centésimos , justo el dinero necesario para abordar un auto que la llevara a su destino.
- ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡TAXI!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
(…)