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Dra. Nerine Sera - ACTO I
Soy la Dra. Nerine Sera, mi edad, veintisiete años, aunque aparento muchos menos. Actualmente laboro en una clínica pequeña, el número de colaboradores no excede los treinta por lo que todos nos conocemos y tenemos muy buenas relaciones, amicales. Recuerdo muy bien a un enfermero amigo mío, salimos un par de veces, nada serio; un día él se quedó… dormido en mi consultorio, fue allí que no pude contenerme. Tenía en su pierna una marca de nacimiento muy curiosa, justo aquí, en la pantorrilla; saqué el bisturí de mi bata como de costumbre, y dibuje una línea vertical sobre la mancha, luego fui sumergiendo la filuda hoja hasta abrir una herida, y mientras la sangre brotaba y escurría de allí, metí primero mi índice y luego mis demás dedos para sentir como era por dentro. Al ver que no poseía dolor, empecé a adornar todo su cuerpo de armoniosas líneas creadas por mi bisturí.
Ahhh… eso es lo bueno de ser sociable, siempre tienes buenos amigos jeje, desde pequeña mis padres me enseñaron que tener amigos siempre era importante, ahora comprendo para qué… por cierto, ¿les conté de mis padres? Vivíamos en una casa grande, tenía un jardín muy bonito, el trabajo de papá era suficiente para mantener aquel lindo lugar y tener a mamá de ama de casa y a mí en la escuela; él era uno de los mejores veterinarios de la ciudad, al parecer siempre quiso ser médico y como no pudo, tuve que serlo yo. Desde pequeña me inició en la medicina, tenía un cuarto médico en casa donde llevaba a algunas mascotas para examinarlas, donde claro siempre lo acompañaba para disectar juntos insectos y… otros animalitos; al principio obviamente sentí repulsión, pero luego noté que mi sonrisa aparecía en cada una de esas ocasiones igual a la que traía mi papá.
Pero no toda mi vida fue un cuento de hadas, un día después de la escuela encontré un gentío fuera de casa, se llevaban algo en una camilla de ambulancia, cuando toda esa gente se retiró le pregunté a papá qué era y me dijo que se llevaban a mi madre porque tenía una enfermedad extraña, y él no pudo hacer nada… porque, todos los organismos eran diferentes. No entendí sus palabras. Al poco tiempo me acostumbré a la idea, si mi mamá necesitaba medicina y estaba lejos era por su bienestar, sin embargo mi papá empezó a actuar extraño, yo lo comprendía, hasta que de manera inexplicable aparecí echada sobre la camilla de su consultorio lista para ser examinada como alguna vez hubiese estado un perro. Grité.
Al despertar estaba en otra cama, y desde allí ya no volví a ver a mis padres. Nadie me lo dijo pero entendí que papá lo había hecho para saber cómo curar a mamá, aunque a veces lo pienso y sé… Hice amigos rápidamente, pero como siempre, había niños pendencieros y desagradables. Uno me molestaba mucho, ay era insoportable, imaginar que hasta hoy recuerdo que lo llamaban por su apellido, Tapia, era un muchacho sin la menor gracia… jaja, gordo, blanco como leche, algo pelirrojo y para colmo con pecas; él creyó que podía molestarme y una vez el muy mari… cobarde, me acorraló para golpearme pero él no contaba que en mi mano tenía una navaja cortapapeles que desgarraría su muñeca jajajajaja que niño tan tonto.
Cuando corté todo aquél rollizo y blando brazo, comprendí las palabras de mi papá, por supuesto que todos éramos anatómicamente diferentes; entonces, si alguien tiene la culpa de mi desmedida obsesión, debe ser ese niño Tapia, ya que gracias a él (y a algunos libros) entendí lo importante que es investigar a estos organismos vivos por el bien de los mismos.
Aún ahora sé, que lo que hago no está mal, a pesar de que ese enfermero pensó aquello. ¡Pero que tonta!, contarle todo lo que hacía con los hermosos humanos, relatarle todas mis hazañas cortando cuerpos vivos, muertos y de cualquier especie… caí en la tonta corriente de lo que llaman amor quizá, pero él tuvo el descaro de juzgarme al punto de decirme desquiciada, decir que lo que yo hacía eran vulgares asesinatos… ¡NOOOOOOO!, todo lo que hago es por amor a la medicina, he salvado muchas vidas gracias a mis estudios previos en cuerpos vivos y llenos de anestesia y morfina para que el paciente no sufra… ¿asesinato?, disectar es un arte que me apasiona más de lo debido… a la única persona que maté fue al dichoso enfermero, no pude contener mi rabia, aunque con mucha cautela fingí arrepentimiento y le di a beber veneno en el café para después cortar todo su cuerpo, más como venganza qué con fines científicos debo declarar.
Uf, en fin… eso ya pasó hace un mes, boté sus partes a la basura, claro que todas muy limpias jajaja; mi vida sigue siendo aburrida en esta pequeña clínica en la que laboro, donde los trabajadores no exceden los treinta y todos somos muy buenos amigos; todos los días entran nuevos pacientes a los que salvar la vida y atender, pero de vez en cuando aparece alguien curioso que despierta, nuevamente, las ansias de probar mi bisturí.